Si
bien existen ocasiones en las que nos valemos exclusivamente del
trabajo con uno de los quehaceres en Lengua Extranjera (leer, escribir, hablar,
escuchar) sabemos que
debemos concebirla, así como a su proceso de enseñanza-aprendizaje,
como una integración
de los quehaceres
de comprensión y
producción porque
es imposible considerarlos
aisladamente. Son
muchas más las
situaciones comunicativas
en las que
estos quehaceres están
en constante interjuego.
Aún teniendo en
cuenta esta visión integral de la lengua, es
cierto que los
docentes tenemos
nuestra mayor
preocupación focalizada
en los quehaceres de
producción: hablar
y escribir. Quizás
porque son los
que imponen a
nuestros alumnos
las mayores dificultades.
Estas
dificultades
no se
circunscriben solamente al
uso de la
lengua extranjera sino
que también, y
cada vez más
notoriamente, entorpecen
la comunicación en
la lengua materna
con discursos plagados
de errores de
todo tipo, pobreza
de vocabulario, hesitaciones
infinitas, etc.
¿Será ésta una paradoja de
la era de
las comunicaciones?
¿Cómo hacer que
nuestros alumnos
sientan confianza
en sus capacidades
de producir en
lengua extranjera? ¿Cómo
lograr que usen
el lenguaje para
comunicarse exitosamente?
¿Cómo ayudarlos a adquirir fluidez
en la producción?
¿Cómo guiarlos para que puedan
adecuar el mensaje
al contexto comunicacional? ¿Cómo motivarlos a producir
espontáneamente?
La respuesta a
éstos y otros
interrogantes similares
y relacionados con
nuestra preocupación
nos la brinda
con asombrosa sencillez
el propio Diseño
Curricular de
Lengua Extranjeras vigente
en la C.A.B.A.
“... se aprende
a hablar, hablando;
se aprende a
escribir, escribiendo...” (La producción y los quehaceres de hablar y escribir”,
página 43”)
Esta
simplicidad aparente
encierra un
desafío para
el docente: proponer
en sus clases
situaciones comunicativas
significativas para
el alumno que
lo motiven y
le creen la
necesidad de
producir en
lengua extranjera y,
al mismo tiempo,
proveerlos de
las herramientas necesarias
para desarrollar y
poner en uso
su competencia comunicativa teniendo en cuenta si los conocimientos
previos del alumno le permiten llevar a cabo la tarea. Darles la posibilidad de tomar el lugar de interlocutor en
Lengua Extranjera activa, creativa, reflexivamente.
Para producir un
texto, ya sea
éste oral o
escrito, el
alumno debe ver
con claridad cuál
es la finalidad
de dicha producción:
comunicar. Debe existir un motivo concreto y
evidente para dicha comunicación. Podemos pensar qué comunicar,
con quién, cómo,
en qué contexto,
para qué: para
pedir o dar
información necesaria
para un objetivo
ulterior; para
expresar sentimientos,
ideas, preferencias, para
advertir un
peligro, para
dar indicaciones, para reflexionar, para jugar, para
divertirnos...
¡El lenguaje nos
ofrece tantas y
tan variadas posibilidades!
En lo que se refiere exclusivamente a
hablar en lengua extranjera, para lograr una comunicación exitosa, los
interlocutores necesitan: poder articular de manera comprensible los sonidos y
secuencias de sonidos propios de la lengua; construir la estructura del mensaje
para expresar lo deseado; dominar patrones elementales de entonación; tener cierto
grado aceptable de fluidez; manejar los códigos conversacionales (turnos para
hablar y escuchar); comprender eventuales respuestas para posibilitar el
feedback; monitorear el propio discurso para evaluarlo y modificarlo si fuera
necesario; etc. Y todo… ¡en tiempo real!
Por ello, los docentes debemos
planificar cuidadosamente nuestras clases y pensar si nuestra propuesta es
relevante y significativa para el alumno; cuál es el nivel de complejidad de la
/las actividad/es en cuanto a demanda cognitiva, dificultad y cantidad de la
información que el alumno debe procesar, instrucciones, consignas; cuáles son los saberes previos de los alumnos, no
sólo en lo que se refiere a la Lengua Extranjera (precisión gramatical,
vocabulario, adecuación al contexto) sino también en cuanto a sus conocimientos
generales; si es necesario llevar a cabo actividades preliminares o no; con qué
ayuda contará el alumno durante el desarrollo de la clase (el docente, otros
alumnos, diccionarios, libros, material visual, audiovisual, etc.)
En este marco, podemos proponer gran cantidad
y variedad de actividades y/o proyectos para la producción oral. Podemos
trabajar en pares, pequeños grupos, con el grupo clase completo; diálogos e,
incluso, monólogos; con material auténtico o didáctico; etc.
Situaciones tales como comprar y
vender, “tomar el té” (o unos mates…), hablar por teléfono, pedir ayuda para
llegar a un determinado lugar, una visita al médico, comer en un restaurant, ir a una
fiesta, visitar un país lejano, ser el jefe que entrevista a un candidato para
ser su secretario, ser periodista y hacer una nota, ser presidente de una
nación importante y dar un discurso, ser el capitán de un barco que da
instrucciones a su tripulación y todas las situaciones que nuestra
imaginación (y por qué no, la de nuestros alumnos) puedan crear; nos dan
la posibilidad de jugar en el aula y ¡¡¡de hablar!!!
¡¡También viene bien hablar para
jugar!! Lo más simple: aquellos juegos con reglas conocidas por los chicos y
que pueden adaptarse fácilmente a los requerimientos de la clase. Ta-te-ti para
inventar oraciones, para responder preguntas, para cantar. Batalla naval para
encontrar objetos en una habitación, personas en una casa, edificios en un
barrio. Loterías de todo tipo: colores, animales, comidas, deportes. Encontrar
las diferencias. Adivinanzas. El teléfono descompuesto.
Y seguir hablando para contar un cuento, presentar a la
familia con una foto, cantar, discutir un tema polémico, buscar acuerdo para
tomar una decisión…
Las opciones se multiplican y una idea puede dar origen a
muchas más.
Lo más importante es estar convencido de que el tiempo que
destinamos en nuestras clases para la producción oral es una verdadera
inversión, que es nuestra responsabilidad abrir el juego y brindar el espacio
para la oralidad porque con propuestas significativas y motivadoras, con
docentes que acompañan y guían ayudando a construir confianza y a no tener
miedo al error considerándolo una parte más del aprendizaje, se puede aprender a hablar, hablando.
Silvina Iacovino.
Bibliografía:
Diseño Curricular
de Lenguas Extranjeras. Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 2001
Lindstromberg, L. The recipe book. Longman. 1990
Nunam, David: “Designing tasks for the communicative classroom” Cambridge Language Teaching Library. 1990
Sion, C. Recipes for tired teachers. Addison- Wesley Publishing Company.1985
No hay comentarios:
Publicar un comentario