EL
CUERPO AYER Y HOY: OBJETO DE
INSCRIPCIÓN CULTURAL.
El cuerpo a través de la historia
Desde las épocas más remotas el
cuerpo constituyó el eje alrededor del cual giraron las representaciones
sociales organizadoras de la cultura.
En la Edad Antigua el cuerpo,
especialmente el masculino, ocupaba un lugar de muchísima importancia. Griegos y romanos se dedicaron con esmero a cultivarlo
en todos sus aspectos: belleza y rendimiento para el atletismo, y para la
lucha.
La belleza del cuerpo en la
cultura grecorromana representaba un ideal llamado kalocagatia, asociando la
belleza con la bondad, esto es, lo bello es necesariamente bueno. De aquí que los más grandes pensadores,
cultivaban al cuerpo como forma de acercarse a la perfección y las hermosísimas
esculturas de la época revelan al cuerpo humano con increíble belleza hasta en
sus más mínimos detalles.
En la Edad Media aparece el
dualismo: cuerpo-alma, con la consiguiente desvalorización del cuerpo. Es esta
una época de terribles y devastadoras epidemias producto del descuido de la
higiene y el cuidado corporal, como también de los tabúes relacionados con el
cuerpo “no es santo ocuparse de los temas del cuerpo, sino de aquellos del
alma…”
Esta cosmovisión, ligada al
discurso hegemónico del cristianismo, acercaba el cuerpo a lo pecaminoso o a lo
indecoroso. Este debía ser ocultado,
reprimido, flagelado como forma de purificación para acercarse a Dios.
Con los albores de la modernidad
y el Renacimiento, un nuevo humanismo hace su entrada logrando paulatinamente
desterrar esta demonización del cuerpo característica del medioevo. Este pasa a ser aquello pasible de ser
conocido y se convierte, entonces, en objeto de estudio de la ciencia, la cual,
desoyendo los mandatos de la Iglesia, intentaba temerosamente sus primeros
pasos.
Con el surgimiento del conocimiento científico
y la humanización del cuerpo, este deja de considerarse parte del entorno y se
convierte en objeto de intervención, dando lugar a un veloz avance de la
medicina experimental.
En la modernidad empieza a
hablarse por primera vez del “libre albedrío” y aparece entonces una nueva
dualidad, una nueva lógica binaria: cuerpo-razón o cuerpo-mente. En algún punto, tenemos que el cuerpo sigue
estando en un lugar secundario, con connotaciones negativas, despreciado,
desacreditado. La razón duda de aquello
que indican los sentidos. Aquel
“pienso, luego existo” de Descartes, se convierte en la base sobre la que
apoyará la nueva filosofía de racionalismo, según la cual no es sensato confiar
en aquello que es anunciado por el cuerpo.
Todo el conocimiento humano pasa por la razón.
Entre fines del siglo XVIII y
principios de XIX se secuestra el cuerpo del individuo para mantenerlo cautivo
en distintas instituciones de encierro.
Fábrica, escuela, hospital, cuartel,
prisión, son algunas de estas instituciones de sujeción social.
El término “sujeto” es un
concepto de la modernidad aludiendo a cuerpos “sujetados” por el estado. ¿Qué es un sujeto? Un actor social,
individuo, encerrado, sostenido por el sistema o estructura política. Surge, entonces, la noción de subjetividad,
como aquellos “modos de ser” que necesitan los cuerpos para desenvolverse en
las distintas instituciones de encierro, la imagen de uno mismo que devuelve el
sistema social organizado.
Michel Fucault, en su estudio de
las sociedades disciplinarias, ubica la aparición de la biopolítica (la
política de Estado acerca de la biología) en el siglo XVIII basada en la idea de que cada cuerpo vivo pertenece al
Estado. Este se hace cargo del relevamiento de la población documentando
nacimientos, defunciones, matrimonios, (antes registrados por la Iglesia)
pudiendo así, llevar control estadístico con el fin de modificar, según la
conveniencia de sus políticas, las fuerza vivas de la población.
Ejemplo: estimular la natalidad en determinados estamentos sociales.
Llegamos así, en esta breve
recorrida por el lugar del cuerpo en las distintas épocas de nuestra historia,
a la actualidad, época contemporánea o también llamada postmodernidad.
El
lugar del cuerpo en la civilización occidental
Con los avances de la ciencia y
la técnica de los últimos doscientos años, el cuerpo ha dejado su condición de
estar “dado” para convertirse en un elemento a proyectar. Estamos hoy ante una nueva forma de separación
dicotómica, una nueva dualidad, cuerpo-persona, otorgando al cuerpo el valor de
objeto de consumo, de mercancía, separándolo del ser que lo habita.
Asistimos confusos a un
despliegue de lo corporal en detrimento de todas las otras cualidades humanas. Pero es oportuno destacar que ese hecho
corporal que hoy se impone histéricamente, no es, en absoluto, la
reivindicación del cuerpo, relegado durante siglos, en anteriores etapas
evolutivas de la cultura, ni el verdadero y profundo encuentro con uno mismo. Es más bien el reflejo del cuerpo que “se
ve”, es la imagen de un cuerpo para mostrar que ha sido escindido de la persona
para convertirse en objeto de consumo.
Hoy no es el estado el que sujeta
a los individuos, sino el mercado, en sus facetas más salvajes, porque si bien
en la antigua sociedad disciplinaria en épocas del Estado Nación, la
subjetividad era producida por aquellas instituciones de encierro, hoy la
subjetividad es producida por el mercado y por los medios masivos de
comunicación. Ya no hay “afuera” siempre
se está adentro. No hay como escapar de
estos nuevos mandatos y en estas condiciones surge la pregunta esencial: ¿Qué
es el ser humano?
Se hace necesario, entonces,
repensar al hombre como ser corpóreo y sujeto de cultura, pensando el cuerpo
desde el hecho de su existencia concreta, y también desde este nuevo espacio
denominado imagen social del cuerpo.
El
cuerpo en el imaginario colectivo
Estos nuevos productores de
subjetividad en la actual sociedad postmoderna que son el mercado y los medios masivos de
comunicación, establecen un conjunto compacto de mensajes, explícitos y también
subliminales, que se convierten en el discurso dador de sentido. Este discurso es determinante de las
prácticas sociales y las nuevas escalas de valores. Hombres y mujeres, construyen, en este espacio,
su subjetividad.
El imaginario colectivo es un
dispositivo social que produce materialidad, efectos concretos sobre los
sujetos, y sobre las relaciones de estos con el mundo. Produce parámetros para
actuar, efectos sobre la realidad. Es
decir, se convierte en una especie de boomerang de implicancia mutua.
Es posible mencionar en este
sentido los mensajes de exigencia casi autoritaria antiedad, y antipeso, como
así también pautas valorativas de belleza que proponen determinadas estructuras
corporales, colores de piel y cabello, coincidentes con las características de
las etnias dominantes.
Este fenómeno tiene, según se lo
quiera pensar, implicancias de diverso orden.
En el aspecto económico, el
mercado del cuerpo genera millonarias ganancias anuales, en virtud de las
infinitas ofertas de consumo: dietas, gimnasia, cosmética, cirugías, etc., pero
tiene, además otras dimensiones sociales y filosóficas contribuyendo a la
elaboración de nuevos mensajes que están destinados a operar sobre las
prácticas sociales.
Se impone, entonces, una nueva
forma de disciplinamiento corporal, ya que los nuevos cuerpos disciplinados a
cielo abierto son la versión posmoderna de aquellos sujetados en las
instituciones de encierro.
El
cuerpo mercancía
El término mercancía alude a
aquello que puede ser adquirido pagando un precio. Mamas, glúteos, cintura,
muslos, ojos, cabello, uñas, dientes, son todas ellas algunas de las “cosas”
que pueden adquirirse precisamente porque están a la venta. No es ya la naturaleza la que premia a
algunas criaturas con tales preciados atributos estéticos, sino el mercado el
creador de la necesidad que propone el consumo de estas mercaderías y otras más
para invertir en el cuerpo, para aumentar su valor de cambio.
Esta cosificación del cuerpo lo
despoja de su individualidad, de su “aura”, de aquella cualidad que lo hace
único e irrepetible. Se enajena de sí
mismo, cambia el ser para si por el ser para los demás, para la mirada del
otro.
Como toda mercancía, también está
a disposición únicamente de aquellos o aquellas que pueden pagarla. ¿Es hoy la belleza un atributo de quien tiene
el dinero para comprarla como si se tratase de un auto nuevo? ¿Qué sucede entonces con el inmenso sector de
seres humanos que quedan sin acceso a este creciente y poderoso mercado?
Ciertamente en la sociedad de
consumo cada vez más necesidades son creadas por el mercado, con el único fin
de generar ganancias, provocando la
frustración de los que no pueden acceder a estos nuevos bienes que,
insólitamente, se vuelven indispensables, produciendo y reproduciendo
desigualdades.
El
cuerpo como objeto de intervención
Existen dos tipos de saberes o
más bien dos tipos de concepciones de la técnica. La concepción prometeica y la fáustica.
Prometeo, un personaje de la
mitología griega, robó el fuego a Zeus y
se lo dio a los hombres. La concepción
prometeica de la ciencia y la técnica tiende a ver en ellas la felicidad y la
liberación, algo como esto: “el progreso traerá bienestar a la humanidad”.
Fausto, en cambio, es un antiguo
personaje de ficción de fines del 1500, que vende su alma al diablo a cambio de
los saberes del mundo y de la vida.
Según esta concepción todo avance supone pagar un precio, perder algo de
la condición humana. La idea que subyace
en esta concepción de la técnica es que la máquina se volverá en contra de su
creador.
En un artículo acerca de
filosofía de la técnica, Carl Mitcham revela que la cultura griega clásica
descreía del bienestar que ofrecían los adelantos tecnológicos ya en esa época,
por acostumbrar a los hombres a los placeres banales. Así retratados, los valores de los antiguos
griegos demuestran su visión prometeica en franca oposición a los deseos
fáusticos de la técnica.
La tecnociencia contemporánea
constituye un saber de tipo fáustico, pues aspira a superar todas las
limitaciones derivadas del carácter material del cuerpo humano.
El arsenal tecnocientífico se
puso al servicio de la reconfiguración de lo vivo, en lucha contra el envejecimiento
y la muerte.
Algunas investigaciones en el
área de la biotecnología no se conforman con los meros retoques cosméticos,
sacar, poner, rellenar, planchar, sino que apuntan mucho más lejos. Sus aspiraciones vislumbran en la
tecnociencia la posibilidad de dar vida. La tecnociencia contemporánea parece
dispuesta a redefinir fronteras y leyes, tratando a los seres naturales como
materia prima manipulable, superando las antiguas limitaciones biológicas,
hasta la más terrible de ellas: la muerte.
Información
genética: la llave de la vida
El eje de la medicina ha sido
desplaza de la misión de curar, a la ambiciosa idea de prevenir. Para ello las biotecnologías de hoy recurren
al instrumental informático, aliado poderoso de la tecnociencia actual Tenemos en este sentido el Proyecto de Genoma
Humano, cuyo objetivo es (o dice ser) descifrar el mapa genético de la especie
para detectar el origen de las enfermedades y aplicar terapias
preventivas.
Este es el fin que la
tecnociencia asegura ser la proa del proyecto, pero no han faltado voces
alzadas anunciando futuras manipulaciones genéticas destinadas a la concreción
de ejemplares humanos superiores. No
sería descabellado imaginar que al igual que analizábamos anteriormente con la
belleza, aquellos que dispongan de medios económicos tendrán acceso a estas
tecnologías para mejorar a sus crías, mientras que los otros verán nacer a sus
hijos con enfermedades terribles pero evitables con dinero.
Tenemos otros ejemplos de
asociación entre biotecnología e informática.
Uno de ellos es la inteligencia artificial. ¿Qué es esto? Un proyecto que se propone el
pasaje de todos los rasgos mentales de un individuo a programas de computación.
Dentro de tan sólo 40 años será
posible continuar la existencia sin el cerebro, actual soporte de la vida
mental.
El
cuerpo en el ciberespacio
Otro obstáculo a superar por los
cuerpos, en su obstinada lucha por descorporeizarse, es el espacio físico. Hoy en estas nuevas y deshumanizadas épocas
postmodernas, es cada vez más una necesidad la conexión al ciberespacio,
demanda que obedece a superar tales barreras espaciales que limitan a los
cuerpos. El cuerpo existe si está
conectado.
Hay a disposición de quien lo
desee una gran y variada cantidad de dispositivos en este sentido: teléfonos
celulares, computadoras portátiles, Internet banda ancha en los hogares,
sistemas de localización vía satélite de tipo GPS.
Tenemos que decir a favor de
estas tecnologías de la virtualidad, que despiertan muchísima menos
polémica que las de la inmortalidad, o
la inteligencia artificial. Tienen muy
buena prensa, ya que multiplican las posibilidades humanas.
Anulan las distancias geográficas sin necesidad de desplazar el cuerpo y
ofrecen los nuevos fenómenos de “telepresencia”
o “presencia virtual”. Las
nuevas generaciones, que a propósito de esto parecen haber nacido en otro mundo
que sus padres, no podrían ya adaptarse a las contingencias de la vida sin
disponer de la tecnología de la virtualidad.
Roy Ascote, representante del
tecno-arte pionero en la experimentación de dispositivos teleinformáticas en
exposiciones, manifiesta: “a medida que interactúo con la Red, me reconfiguro a
mí mismo; mi extensión red me define exactamente como mi cuerpo material me
definía en la vieja cultura biológica; no tengo ni peso ni dimensión, en
cualquier sentido exacto, sólo me mido en función de mi conectividad.”
Mientras la vieja cultura biológica va quedando atrás
el artista constata que su cuerpo se está volviendo obsoleto.
“No es necesaria la ciencia-ficción
para concebir un mecanismo de control que señale la posición de un elemento en
un lugar abierto, animal en una reserva, hombre en una empresa” presagiaba
Pilles Deleuze en su “Posdata” de 1990
Ayer
y hoy cuerpo a pesar de todo…
A lo largo de la historia de la
humanidad, la cultura fue dejando sus marcas en los cuerpos. Inscripciones que hablan de las distintas
formas que encontró las especie para pensarse a sí misma.
A pesar de aparecer en estos
tiempos de virtualidad y plástico, el
cuerpo humano, como un objeto en desuso tendiente a desaparecer, es aún el
inefable testimonio de nuestra presencia en el mundo.
El cuerpo es eso que somos, la
verdadera esencia de lo humano. Es mucho más que un conjunto articulado
pensante, y es capaz de milagros que aún no pueden ser explicados por la fáustica
tecnociencia de la postmodernidad.
El contacto de la madre con la
piel del niño no ha sido aún reemplazado por ningún microchip y posiblemente
nunca lo sea, porque es el cuerpo el vehículo por el cual circulan las
emociones que explican el milagro de la vida.
BIBLIOGRAFIA:
-ROTH de JOAQUÍN, María Cristina
y MARTINEZ MOLICA, Silvia: El lugar del cuerpo en la Época Contemporánea,
Material de circulación interna de la Universidad Nacional de la Patagonia.
-SIBILIA, Paulette: El hombre postorgánico. Fondo de Cultura Económico. Buenos Aires. (2005)
-TURKLE, Sherry: La construcción de la identidad en Internet. Paidós
(1997).
-VALERY, Paul:” Problema de los tres cuerpos” en Discursos de
cirujanos UAM., México. (1998)
-CUERPO Y APRENDIZAJE EN LA
EDUCACIÓN INICIAL: Documento Nro 4/2004.
Dirección de Educación Inicial.
Material destinado a equipos de supervisión y docentes. Dirección General de Cultura y
Educación. Gobierno de la Provincia de
Buenos Aires.
Autora: Licia Margarita
Halfon
Profesora Nacional de Educación Física
I-mail: liciahalfon@gmail.com
CURRICULUM
DE LA AUTORA
-Profesora Nacional de Educación
Física.
-Especialización en Programas
Educativos de Atención Primaria de la Salud.
-Agente Sanitario.
-Postítulo de Fracaso Escolar por
disarmonías de Crecimiento, Desarrollo y Neurosensoriales.
- Especialista en Gestión
Educativa. FLACSO.
-Especialista en Constructivismo
y Educación.
-Docente titular de la Ciudad de
Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires.