Un buen proyecto: “Keep it simple”
(mantenlo simple)
Cuando a los docentes nos piden que elaboremos proyectos para
trabajar con nuestros alumnos frecuentemente aparecen diversos fantasmas que
atentan contra nuestra propia creatividad y libertad en las aulas: ¿Tendré que
desarrollar complejas planificaciones en conjunto con otros docentes a los que
ni siquiera conozco porque no nos coinciden los horarios? ¿Tendré que
investigar en Internet, en mis libros viejos y en mis fotocopias amarillas del
profesorado para presentar una fundamentacion teórica decente que demuestre lo
mucho que se? ¿Tendré que preparar innumerable cantidad y variedad de materiales? ¿Tendré que cerrarlo con un broche
de oro hollywoodense ante los padres? ¿Qué esperan de mí los directivos? ¿Y los
chicos? ¿Les resultará interesante? ¿Será una buena experiencia de aprendizaje
o sólo una pérdida de tiempo?
Sí, pensar en tanta tarea hace flaquear hasta al más valiente.
Pero quizás la clave sea no pensar en empresas grandilocuentes sino
analizar nuestra labor cotidiana y comprender que podemos trabajar
implementando proyectos sin la formalidad de entregar una carpeta con su
detalle en la dirección de la escuela y que lo realmente importante es el enriquecimiento
que se producirá como resultado de este trabajo.
¿Por qué tomamos cada una de las decisiones previas a nuestras
clases? Lo hacemos casi automáticamente basándonos en el conocimiento que
tenemos de nuestros grupos de alumnos. Conocimiento adquirido en la interacción
diaria, en la evaluación constante y en las evaluaciones formativas que vamos
implementando durante el proceso de enseñanza aprendizaje y que nos permiten,
en caso de ser necesario, redireccionar nuestra tarea. Este es un diagnóstico y nos ayuda a determinar
las necesidades de nuestros alumnos, es el paso inicial en la gestación de
cualquier proyecto, es su punto de partida y hasta su razón de ser.
La fundamentación es el
análisis que justifica la aplicación de un proyecto, el por qué de su
necesidad.
Todo proyecto estará guiado por objetivos
que direccionaran nuestra acción. Es importante que sean claros, factibles
y que respondan a las necesidades planteadas en primer lugar.
Luego debemos especificar los contenidos
que se trabajarán a lo largo de la implementación del proyecto. Este paso suele
ser el más sencillo una vez que el docente ha adquirido cierto dominio del
diseño curricular vigente.
El siguiente paso será preparar las actividades. Quizás, muchas de las actividades áulicas simples que
nos dan resultado o aquellas que empleamos como sagradas recetas de éxito
pueden integrar un buen proyecto. Quizás también aquellas que descartamos por
complejas, poco motivadoras, por considerarlas pasadas de moda o por estar
cansados de haberlas repetido hasta el hartazgo. Es fundamental y muy
interesante, en esta instancia, aprovechar la creatividad y espontaneidad de
nuestros alumnos. Dándoles a conocer claramente los objetivos del proyecto, que
queremos lograr, con qué “temas” vamos a trabajar; seguramente recibiremos de
ellos muchas propuestas que nos sorprenderán y que podremos tomar en su
totalidad o parcialmente. Esto nos aportará un beneficio extra sumamente
importante: el alumno se convierte en un”diseñador “de su propio aprendizaje involucrándose
con la tarea con un alto nivel de compromiso. El proyecto es suyo. Esta
apropiación garantizará el aprendizaje, no sólo de contenidos conceptuales sino
también de aspectos procedimentales que tienen que ver con el “cómo” realizar
lo que proponen, de qué manera, con qué recursos, con qué tipo de organización
y con aspectos actitudinales necesarios en el trabajo con otros, ya sean éstos
pares o adultos, para optimizar la calidad de las relaciones interpersonales y
cooperativas.
Una vez pensadas las actividades
destinadas al logro del objetivo quedarán por definir cuáles serán los recursos a utilizar y en qué período de
tiempo se desarrollará el proyecto.
Una vez más, la simplicidad puede ser nuestro eje rector. Utilicemos para
nuestra tarea los recursos que tenemos a nuestro alcance o aquellos que no sea
complicado para nosotros o para nuestros alumnos conseguir en sus propias casas
o en la escuela.
Durante el proceso debemos ir evaluando para poder efectuar las
correcciones o modificaciones que sean necesarias o que puedan surgir del
interés del grupo. No debemos olvidar que tanto los proyectos como cualquier
otro tipo de planificación tienen la característica de ser flexibles y
susceptibles de cambios, redireccionamientos, mejoras. Esto constituye una
importante ventaja que se hace posible gracias a la evaluación constante.
En general, el proyecto finaliza con un producto que, aunque sea simple, representará para los alumnos una
muestra concreta de lo que son capaces de hacer y que también será objeto de
evaluación. En algunos casos, el cierre del proyecto contempla la difusión del
mismo y la exhibición del producto: la socialización. Pensar en un producto
simple, a la altura de las posibilidades y de los recursos de que disponemos y
en una forma también simple de socializarlo, por ejemplo “contar lo que hicimos
y cómo lo hicimos”, ayuda a sacarnos de encima la presión del “broche de oro”.
El producto es importante pero también lo es el proceso.
Tanto proceso como producto deben ser evaluados. Es este el momento
de la reflexión sobre la tarea realizada. En el campo particular de la
enseñanza de lenguas extranjeras, debemos propiciar un espacio para la
reflexión metalingüística que contribuirá a la comprensión del funcionamiento
de la lengua que estamos aprendiendo y, quizás también, de la lengua materna y
para la reflexión metacognitiva
orientada a analizar nuestra propia manera de aprender y conocer, “qué
aprendimos y cómo lo hicimos”.
En el caso de la enseñanza de una lengua extranjera, el trabajo con proyectos dará la posibilidad de crear o
recrear situaciones comunicativas reales o cuasi reales enmarcadas en un
contexto definido que dotarán de significatividad al aprendizaje.
Como docentes nos permitirá aprovechar aportes de distintos
enfoques, teorías o aproximaciones pedagógicas que han ido tomando relevancia
en distintos momentos de la historia de la enseñanza de lenguas extranjeras y
que han ido dejando sus huellas. Sabemos, como resultado de nuestra práctica,
que no debemos desechar lo tradicional por el sólo hecho de serlo y que “lo
último” es, a veces, sólo cuestión de modas. Le enseñanza tradicional, el
aprendizaje basado en la tarea como opciones del enfoque comunicativo de la
enseñanza del que es parte el aprendizaje mediante proyectos, el basado en el
contenido, la respuesta física total, la teoría de las inteligencias múltiples
y su aplicación en el aula, son
fuentes de importantes aportes que pueden combinarse, complementarse e
integrarse entre sí y con conocimientos provenientes de otras disciplinas del
saber para lograr optimizar la efectividad en el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Este eclecticismo en el aula es la característica del
momento post comunicativo actual.
Haciendo una generalización lo más amplia posible relativa al
diagnóstico que impulsaría la puesta en marcha de un proyecto podemos decir
que, en lo que a lenguas extranjeras se refiere, las necesidades tendrán que
ver con el desarrollo de la competencia comunicativa en sus cuatro habilidades: las de comprensión: leer y
escuchar y las de producción: escribir y hablar.
Esta amplitud permite que el docente de Lenguas Extranjeras plantee
y elabore proyectos de gran diversidad, en conexión con infinidad de temas y
con la posibilidad de trabajar de manera interdisciplinaria con todas las áreas
del conocimiento. La interdisciplinariedad, además de enriquecer el aprendizaje
del alumno al abordar un objeto de estudio desde diferentes perspectivas, le
aporta al docente la maravillosa experiencia de trabajar en equipo con sus
colegas que, además de ser motivadora en sí misma, le permitirá enriquecer sus
propios conocimientos y su práctica docente.
Las ventajas son múltiples y el esfuerzo se verá ampliamente
recompensado. Solo es cuestión de animarse.
Silvina Iacovino