LA CONDUCCIÒN ESCOLAR
¿EN LA MEJORES MANOS?
La maestra normal
La historia de nuestra
escuela, la de los guardapolvos blancos y las abnegadas maestras, está ligada a
la cultura de las letras y en menor escala, de los números.
Desde sus orígenes, la
escuela fue asociada con los saberes lingüísticos, especialmente al lenguaje
escrito. Es, si se quiere, hasta lógico
entender que en una nación en formación, con una gran prevalencia de
analfabetismo, una composición social heterogénea y notable aporte de
inmigrantes europeos, haya sido la escritura un horizonte claro para la
escolarización de las jóvenes generaciones.
El protagonismo
absoluto de ese modelo escolar estuvo en manos de “la maestra”. Figura de altísimo prestigio social,
alrededor de la cual giraba el mundo escolar en todos sus aspectos. La maestra era la portadora del saber y la
encargada de transmitirlo a sus alumnos, pero esta función pedagógica no era lo
único que la comunidad esperaba de ella.
La maestra era una verdadera disciplinadora para niños que, en su
mayoría, llegaban a la escuela con pocos modales y escaso roce social. Una figura de gran carisma, con verdadero
potencial afectivo, contenedora y de gran trascendencia en los años de la
niñez. La maestra en aquellos años de
consolidación de la escuela pública era la consejera familiar. Madres y padres recurrían habitualmente a
ella ante problemas familiares, conflictos o en busca de orientación para la
crianza de sus hijos. En este contexto
es lógico entender que la dirección de la institución Escuela haya sido pensada
para ella, la única figura adulta presente en aquel modelo escolar.
Otros vientos/nuevos
paradigmas
Mucho ha evolucionado
la sociedad en los últimos 100 años.
Como todas las instituciones estatales, la escuela ha transitado
sucesivas crisis que la han transformado en este espacio de intercambio
democrático y diverso que tenemos hoy y en el que el paradigma educativo ha
cambiado esencialmente. Ya no es el
docente el depositario del saber. El
conocimiento es concebido como construcción colectiva diferente en cada caso. La emblemática maestra normal, segunda mamá y
consejera familiar ya no existe. Ha
desaparecido del mundo escolar dejando paso a los nuevos profesionales. Seguimos llamando maestros a aquellos que
enseñan lengua, matemática y ciencias, pero ya no son aquellos “sabios” del
pasado. La formación es la de un profesor en enseñanza
primaria, carrera de nivel terciario que
ocupa 4 años en la vida de los jóvenes aspirantes.
De la mano de estas
profundas transformaciones aparecen en la escena escolar otros saberes que
apelan al desarrollo de nuevas inteligencias.
Saberes artísticos, corporales, motores, tecnológicos, idiomas, y con
ellos los otros profesionales de la enseñanza, los profesores de estas áreas
del conocimiento que, si bien no son nuevas, afortunadamente hacen su ingreso
en la escuela. La educación se diversifica,
se enriquece permitiendo a los chicos encontrar nuevos rumbos para sus vidas,
abriendo sus miradas a un mundo infinitamente más apasionante y complejo. Aparece una nueva matriz escolar ofreciendo
la posibilidad de descubrir muchos y diferentes tipos de talento en nuestros
chicos. Ya no solo tenemos al poeta o al
genio de los números. Ahora existen
otros rumbos, la música, la plástica, la educación física entre muchas otras.
Nueva escuela vs
viejas estructuras
Todos estos cambios
operados vertiginosamente en la segunda mitad del siglo XX si bien han
resultado en una interesante reformulación de la escuela primaria, no han sido
acompañados por las estructuras que sostienen la organización y gestión de la
institución. Ella sigue siendo pensada por
el Estado como aquella escuela normal de nuestras abuelas.
Conviven en sus aulas
y patios profesionales de las áreas de injerencia más diversas, pero sigue
siendo la matriz disciplinaria de las letras y los números la que prevalece en
la gestión y la consiguiente toma de decisiones que dirigen su accionar.
Esta contradicción
entre el planteamiento educativo en los diseños curriculares y su
instrumentación práctica, es el responsable de la aparición de una nueva
conflictividad que condiciona su funcionamiento. Si bien la mirada del conocimiento se ha
diversificado, el reconocimiento de las multiplicidad de inteligencias posibles
en el sujeto está presente implícita y explícitamente, es el docente de lengua
y matemática el que conserva la potestad de conducir la escuela haciendo
prevalecer sus puntos de vista y su propuesta de enseñanza por sobre el resto
de la áreas del conocimiento. Entran,
así, en conflicto proyectos, experiencias, y hasta las pequeñeces como la
distribución horaria son instrumentados de acuerdo a la perspectiva de los docentes
de letras y números, relegando las otras disciplinas al carácter de
“auxiliares”.
Las reuniones con las
familias, a modo de ejemplo, son pensadas y llevadas a la práctica por “la
maestra” del grado y en el mejor de los casos se le ofrece al profesor de
música o educación física, un par de minutos para que reafirme los dichos del
docente del grado, si el grupo tuviere problemas de disciplina. De ningún modo está contemplado que este
ofrezca a las familias un informe acerca de la marcha del proceso de aprendizaje
en su área. Ello no pareciera ser
relevante, como tampoco resulta relevante su opinión cuando se trata de decidir
la promoción de un alumno.
Se aprecia, en esta
forma de organización escolar, la ideología que subyace en la tenaz resistencia
al cambio. Aún existen viejas
estructuras de poder que siguen privilegiando los saberes lingüísticos y
matemáticos al resto de los conocimientos que circulan y se distribuyen en la
escuela.
Tenemos entonces que
sólo pueden ascender a la conducción escolar, llámese Director, Vicedirector,y
Secretario, aquellos docentes que poseen el título de Profesores en Enseñanza
Primaria. ¿Estamos ante un “olvido” del
sistema? ¿Es casualidad que aún no se
haya modificado el estatuto permitiendo el ascenso a cualquier docente? ¿Se trata de un hecho azaroso?
Resistencias y sus
verdaderas causas
Sería muy interesante
preguntarse por el fundamente pedagógico para la persistencia de esta forma
organizativa. Se han escuchado numerosos
argumentos, pero el más esgrimido es el que sostiene que el Profesor de
Enseñanza Primaria tiene competencia en mayor número de disciplinas, de las que
se enseñan en la escuela. Sin embargo
esta argumentación es, en el mejor de los casos, ingenua, pues el conocimiento
disciplinar en el nivel primario carece de la complejidad y especificidad
necesaria para quedar fuera del dominio de un docente de cualquier otra
área. Estamos pensando la escuela
primaria, no claustros universitarios.
Parece al menos ridículo sostener que un profesor de plástica o de
inglés pueda ignorar las reglas de análisis sintáctico o las fórmulas para
averiguar la superficie de una figura.
El conocimiento didáctico es aquel verdaderamente imprescindible para
conducir pedagógicamente una escuela, y en tal sentido es sin duda, falso sostener que un docente de cualquier área no pueda
supervisar una secuencia didáctica, sea de la disciplina que sea.
Estas y otras
igualmente absurdas argumentaciones, pretenden ocultar la verdadera trinchera
que se está defendiendo: La matriz enciclopedista y disciplinaria que
privilegia unos saberes (los lingüísticos y matemáticos) sobre el resto del universo del
conocimiento.
Un verdadero cambio en
la matriz escolar
Resulta indispensable
y urgente la modificación del Estatuto del Docente, para permitir el ascenso a
la conducción escolar a cualquier docente con título de 4 años.
Esta modificación,
lejos de ser de forma, apunta al corazón mismo del sistema. A los nichos más profundos en su estructura
de poder, porque la gestión de la escuela por docentes de las más diversas
áreas resultará en una verdadera democratización del conocimiento.
Si la escuela presenta
una configuración en la que todos los
saberes sean, de verdad, igualmente valiosos, entonces todos nuestros chicos
van a encontrar un espacio real de valoración personal en el que puedan
desarrollar aquellos talentos que la naturaleza, la genética o la propia
subjetividad dispuso en cada uno. Una
escuela en la que todos podamos ser “el mejor alumno” Una escuela que acompañe a los niños en su
ingreso al mundo de la cultura
Licia Margarita Halfon
Profesora Nacional de
Educación Física
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